Soledad

La soledad allí era total. El único lugar que conocía, dónde cielo y tierra, o mejor, cielo y mar, se superponían y eran lo mismo. No se sabía dónde empezaba uno y dónde terminaba el otro, o al revés. La tenue luz de una luna menguante, y la aún  más tenue de los cientos de estrellas, no eran suficientes para ver bien, y hacían del lugar un paraíso para la meditación.

Sentado en medio de su pequeña barca, y con la única vela ya arriada, sólo pensaba. No tenía frío, aunque lo hacía. Las olas en sus remolinos revolvían la espuma en forma de corazón y parecían querer decirle algo, hablar con él: ¡No estás solo!…, ¡Estamos aquí, contigo!…, ¡Sabemos tus pensamientos y lo que atormenta tu alma y tu corazón! No te sientas triste…, seguían diciendo; grita y canta con nosotras, porque esa tristeza que hace sufrir tu corazón, sólo es un camino pasajero que conduce hacia tu felicidad.

Publicado por Sergio Alonso

Sin amor, la vida es hacer tiempo.

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