El cielo es hoy amarillo. No azul, ni gris, ni rojizo…, sino amarillo, y de un amarillo que parece que el cielo ha sido absorbido por el sol. Es imposible soportar este calor seco y abrasador.
Miro a mi abuelo. Nos miramos sentados a la sombra del árbol que tiene en el majuelo. Agarra su bota de vino y echa un buen trago de ese vino que todos los años se esfuerza en elaborar, poquito a poco y con mucho cariño, como siempre me dice.
Y contemplo los racimos dorándose al sol para grabar en mi memoria ese momento.

Pequeños sorbos de vida que dejan un sabor imborrable. Y hablando de sorbos… a ver si tomamos una caña algún día. Un abrazo, Sergio.
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La última vez que lo intentamos tú no podías, y lo dejaste pendiente para cuando pudieras. Depende de tí.
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La última vez lo pospusiste tú. Así que está en tus manos.
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Los recuerdos de los abuelos, imborrables
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