
Su mirada misteriosa y su sensual sonrisa atraían, pero era imposible adivinar lo que ocurría en el interior de su cabeza y menos en su corazón.
La impresión que transmitía al exterior podía, perfectamente, crear una imagen distorsionada de su personalidad. Y así lo quería ella. Sus rizados tirabuzones negros ocultaban su cara a propósito; su vestido, blanco y añil, con pequeño escote, ceñido en la cintura, pero volando libre hasta los tobillos como correspondía a la moda, ocultaba sus femeninas líneas y la daban ese aire de misterio tan de su gusto.
El reparto que los hombres habían hecho de lo social, lo político, lo cultural o lo simplemente sensual y erótico, no la afectaba. Su compromiso con ella misma era de otro tipo, como si estuviera separada de ese lado de la historia que la había tocado vivir. Su feminismo era suyo, y en nada se parecía al convencional. No aceptaba sermones ni leía novelas al uso de las señoritas de bien…, ni de las de mal. Bucear en zonas prohibidas de la locura, del amor, de la muerte o de lo irracional, sin que nadie lo intuyera, era su pícaro juego.
Hasta que la mariposa, que libre se creía, se enamoró y todo cambió. Seguía volando a su placer, sí, pero para terminar posándose siempre en la misma flor.

qué bonito
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Saber qué es la libertad, se consigue, a veces, cayendo en ciertas flores, y siendo mariposa…. 🌻
Es inevitable.
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