
Microrrelatos escritos para colaborar con la Fundación SPLORA en su proyecto Tedascuen23 «Viajes reales o imaginarios»
Nía nunca está dos veces en el mismo sitio. Vive en constante movimiento: viajar, viajar y viajar. Las pendientes del terreno y el viento, caprichoso como niño mal criado, unas veces la llevan a una orilla y otras a la contraria. También hay días que apenas avanza, dando vueltas y más vueltas en un trocito de agua que llega a saberse de memoria. A menudo, el sol la llama a su lado, pero nunca acaba de llegar a él, y cansada, vuelve a caer. Pero Nía es una gota de agua feliz, que sueña con viajar hasta el mar.
El viaje eterno

Tumbado boca arriba, relajado, miro el cielo. La noche es muy estrellada. Fijo mi vista en una estrella, un puntito de luz apenas perceptible, y pienso en los millones de personas que la hemos visto, y los que la verán después. Mirando su luz dejarán, como yo, volar su imaginación y viajarán hasta ese lugar, real o irreal, de sus sueños, de sus ilusiones. Quizás, hace cientos o miles de millones de años que ya no existe, pero su luz sigue viajando como mis pensamientos, que viajan eternamente hacia un amor que existió, pero que no acaba nunca de irse.

Viajar es vivir
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Sobre todo si se hace con la/las persona amada/as
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